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(1967)
El más corto de estos dos textos
fue pronunciado por Thomas Bernhard como discurso de agradecimiento en
ocasión de la entrega del premio nacional austríaco de Literatura en
1967. El texto más largo estaba destinado a agradecer la entrega del
premio Wildgans de la Industria austríaca en 1968. La ceremonia fue sin
embargo cancelada sin motivo especial, verosímilmente porque el primer
discurso había provocado un incidente: fuera de programa, el ministro de
Educación respondió con dos frases a las afirmaciones de Thomas
Bernhard y una gran parte de la concurrencia aplaudió. Las
conversaciones escuchadas durante la recepción que siguió a la entrega
testimoniaron la gran irritación que habían producido el discurso y el
incidente. Dos interrogantes quedan abiertos: el de la oportunidad de
las circunstancias y, el más importante, el de saber qué sociedad puede
abstenerse de tal irritación.
Cuando estamos a la búsqueda de la verdad
sin saber cuál sea ésta, que no tiene de común con la realidad sino la
verdad que no conocemos, estamos a la búsqueda del fracaso, de la
muerte. de nuestro propio fracaso, de nuestra propia muerte, por lejos
que se remonten nuestro pensamiento o nuestros sentimientos, o nuestra
imaginación o por lejos que miremos hacia el porvenir, es la muerte, la
ausencia de reposo o el reposo como fenómenos de debilidad, de fracaso.
se trata de las ciencias, de las artes, de la naturaleza misma, marcas
específicas de la muerte. Cuando hablamos de la vida y ponemos el dedo
sobre ella, cuando nos ocupamos de la vida como de una decepción
permanente de los conceptos de lo que es la naturaleza,-nosotros, los
elementos teatrales...- un análisis letal nos resulta imposible.
Lo entendemos, lo vemos, lo sentimos y lo pensamos,
es un concepto de infinito en que se cruzan las líneas del menoscabo,
de la mortificación, de la desaparición, donde todo se extingue
simplemente, donde todo lo que está entre el finalmente y el por fin es
fatalidad patológica, a favor y en contra, sin origen, sin objeto y sin
finalidad, de nuestra facultad innata de soñar, de nuestra limpidez; es
método, método de muerte: aquello de que huimos, como sabemos, está en
nosotros, lo que tenemos está en nosotros, lo que somos está en
nosotros... etcétera. Nos prometemos mucho, aprendemos todo y nos
contradecimos, después recomenzamos a aprender siempre y todavía y nos
oxidamos, nos pudrimos de arriba abajo y de abajo arriba hasta la médula
y partimos, pasando constantemente de una naturaleza a otra, hacia la
muerte... En nuestro ser, somos incapaces de acción, somos materialistas
filosóficos, la mistificación hasta en la muerte.
Lo que poseemos es la experiencia, algo metafísico
de lo cual, cuando tenemos tiempo para el miedo, tenemos miedo, ante lo
cual, y allí mismo está la desviación, capitulamos: nos morimos,
caballeros solitarios como somos de nuestra impotencia, huérfanos de la
historia, articulaciones muertas de la naturaleza... Estamos a la
búsqueda de una coherencia, circunstancias, condiciones de la muerte,
estados del cuerpo, estados de ánimo de la muerte...
Nuestro nacimiento nos arroja en una amnesia,
ávidos de universo, regeneradores de nada sino de la muerte. La muerte
se explica para mí como historia natural, como lo que ha hecho posible
el pensamiento. Si tenemos una meta, me parece, es la muerte, aquello de
que hablamos, es la muerte...
Os hablo, pues, hoy, de la muerte, pero no os
hablaré directamente de la muerte, sería demasiado ambicioso, inútil,
hablaré ahora indirectamente de la muerte, por alusión, de esta
experiencia que poseemos, que hacemos constantemente, que haremos
siempre hasta el infinito, hablo ahora de la muerte, puesto que me
habéis encargado un discurso, algo sobre la vida, es cierto, pero yo
hablo, aun cuando hablo de la vida, de la muerte.Todo lo que se dice es
siempre sobre la muerte. Pero no hablaré hoy de un lugar particular de
la muerte, de nada que se refiera al detalle, eso seria, he dicho,
demasiado ambicioso no nos hemos reunido aquí para escuchar un estudio,
eso sería una infamia, y mucho más triste; no quiero recubrir esta sala
de fiesta con mi negrura, con la negrura general, con las tinieblas
generales, por más que hayáis encargado un discurso, y que me lo hayáis
encargado a mí, y por más que esta sala me deslumbre, todas las salas de
fiesta me deslumbran, comprendéis... y por más que no necesite tener en
cuenta consideraciones, no entristeceré esta sala y no os
entristeceré... pero de todos modos hablo de la muerte, porque hablo,
porque nos gusta oír hablar de la vida, de la muerte, por ejemplo de los
hombres y de sus conquistas, porque nos gusta oír hablar de conquistas,
de las ciudades y de sus conquistas, de los Estados y de sus
conquistas, del macrocosmos del microcosmos... de la capacidad, de la
incapacidad, de las enfermedades mortales, de los restos de Europa. ..
¡de los restos! comprendéis... de la peor impresión imaginable que
tenemos todos juntos, y seria necesario decir aqui, ahora, a la vista de
todos, lo que habitualmente sólo decimos en la intimidad... pero eso
llevaría demasiado lejos, llevaría a la catástrofe. pero yo no hablo
tampoco de nuestros lagos, de los valles de alta montaña, de la manera
con que los ingenieros desprovistos de gusto pero no de avidez destruyen
nuestro hermoso paisaje, de la destrucción general, de nuestra
literatura de pequeño burgueses, de la cobardía de nuestra
"intelligentsia" no, si hablo, es de la muerte. señalo la vida y hablo
de la muerte.
No hablo de la historia del espíritu, sino de la
muerte, no de las aproximaciones fisiológicas, psico]ógicas, sino de la
muerte... no de los órdenes de grandeza, de realidades perturbadoras, de
genio y de martirio, de idiotez y de sofistica, de jerarquías y de
amargura, todo esto me contento con mencionarlo y hablo de la muerte... y
no hablo de religiones, de partidos, de parlamentos, de academias, ni
de apatía, de simpatía, de afasia... seria necesario ciertamente que
hablara aquí de todo, de todo al mismo tiempo, pero es imposible hablar
de todo al mismo tiempo, es absurdo, por lo tanto sólo puedo deciros
todo aquello de lo cual yo podría hablar hoy aquí, mencionar lo que en
verdad callo, porque no puedo hablar de eso, lo que concierne a la
filosofía por ejemplo, a la poesía; no hago sino mención de la
ignorancia y la vergüenza... no tiene sentido ir al fondo de ninguno de
estos temas que imagino, ante vosotros, desarrollar aquí en esta sala de
fiesta uno solo de estos temas. nos falta para eso la más grande, la
más alta atención, que se debe exigir y que no tenemos, que ya no
tenemos, no tenemos más la más grande, la más alta atención. Pero
podría, como podéis imaginaros, hablar aquí del Estado, de la
imposibilidad del Estado, y sé que estáis contentos de que no hable de
eso, tenéis constantemente miedo de que vaya a decir algo de lo que
tenéis miedo y estáis contentos de hecho de que no hable aquí realmente
de nada, y no hablo aquí efectivamente de nada; puesto que no hago más
que hablar de la muerte. y que hago mención de la dictadura, una
justicia criminal, el socialismo y el catolicismo, la hipocresía de
nuestra Iglesia. no tenéis por qué tener miedo... de que mencione nada a
propósito de sarcasmo, de idealismo, de sadismo. de norte y de sur. y
aun de nada ridículo: que la ciudad de Viena es las más sucia de todas
las capitales, con los miembros paralizados y la cabeza podrida y los
nervios destrozados... nada a propósito de mis tíos carniceros, o de los
tíos aserradores, tíos agricultores, etcétera, de mi granja en Nathal,
gentes de allá, de su belleza, de lisiados, de tipos de cereales y de
engorde de cerdos, la caza moviéndose en el bosque, el paso de un circo
por una pradera. de Alexander Blok, Henry James, Ludwig Wittgenstein...
cómo se hace de un hombre honesto un criminal de un dia para otro, cómo
nos encontramos en prisión y cómo fuera de ella. de los asilos de locos,
de la división y de la multiplicación. del concepto de abandono y de
las neuralgias sociopolíticas. del Estado y del Estado Monstruo, o aun
de los distribuidores de premios... ¿o bien debo hacer aquí un discurso
de agradecimiento, contar alguna cosa sobre el mal de vivir?... o algo
sobre los industriales, o quizá sobre el genio desconocido... sobre la
irreflexión, la bajeza, algo sobre la moral, no sé. sobre la vejez como
horror ejemplar o la juventud como horror ejemplar, sobre el suicidio,
el suicidio de los pueblos... podría también contar una historia, pues
tengo varias historias en la cabeza, o un cuento como El cuento de la
bella Austria, cuando era todavía algo, o Los Austriacos cuando eran
todavía algo. o El cuento de la navegación de ultramar que no es ya
rentable, El cuento de la crianza de cerdos que no es ya rentable, La
fórmula mágica CEE. o La literatura que no es ya rentable, el arte que
no es ya rentable, la vida que no es ya rentable.o preferiríais El
cuento del porvenir... hablo de la mentira y del ridículo y no cuento El
cuento de la profundidad. no hago más que rozar todo esto y arrojo a
esta sala algunas palabras, por ejemplo la palabra "aislamiento",
"degeneración", "vulgaridad", la palabra "sensibility"... hago hincapié
en el envejecimiento, la inutilidad creciente, y puesto que muy
rápidamente nos cansamos de la comedia, del espectáculo de la
existencia, de todo el arte dramático... un día, en un solo instante, en
el instante decisivo, nos arrojamos de cabeza a la muerte... Mi tema,
es la muerte, como también es el vuestro... hablo, pues, de la vida y no
hago sino mencionar la estupidez actual por ejemplo , por ejemplo la
incapacidad catastrófica de este gobiemo, todo ese enorme escándalo
gubernamental en el que también metemos mano... todo este absurdo de las
democracias por ejemplo, este perpetuo y repugnante calidoscopio de
pueblos... pero no hago discurso sobre las masas terrestres y humanas,
sobre esas enormes y absurdas masas, ni sobre un mundo nuevo, porque no
veo ninguno, no digo nada sobre el átomo, nada tampoco sobre los
leprosarios y las revueltas de los negros, nada sobre Inglaterra que
pide socorro, sobre Alemania que miente, Norteamérica esquizofrénica,
Rusia diletante, China a quien tememos, la minúscula Austria. hablo de
la muerte, lo que digo son palabras sobre la muerte, no hablo de la
innoble ausencia de necesidades del espíritu... ni del hecho de que las
revoluciones no nos han aportado lo que esperábamos, no hablo ni de
imperios en putrefacción, ni de monarquías, de repúblicas estúpidas, de
dictaduras, ni de amor a la patria, ni de abyecta neutralidad, no
presento ninguna carta de ciudadanía. pero no cuento nada tampoco sobre
Ferdinand Ebner o T. E. Lawrence... pero me pregunto si no debería de
todos modos presentar alguna cosa, optimista, al estilo de los
cancionistas... algo grotescamente fatalista, algo sobre la tristeza, la
fantasía, la melancolía. cómo se hace dinero o bien cómo se pierden los
amigos y el dinero, no, no, todo es malentendido, todo es bien
entendido malent endido... en la medida en que la muerte misma no es
otra cosa que un malentendido, y que yo esté, que esté aquí, ante
vosotros, para hablar, es también un malentendido, exactamente como la
muerte, bien entendido. ¿que haga el viaje o que no lo haga?... busco,
cuando me despierto, refugio en este tema, el objeto de la frase y el
enunciado de la frase, el ascenso y el descenso. habría tanto que decir,
pero no es este el lugar para proceder a una intervención quirúrgica en
un estado de cosas que es un estado de cosas catastrófico, este no es
el lugar de trasplantes filosóficos, de acrobacias aritméticas, nos
faltan aqui, en esta hermosa sala de fiesta el instrumental, y sin
embargo me darian placer todas estas operaciones, cortar y coser, atar,
amputar... pero odio la afectación. y no dire nada de Shakespeare y nada
de Buchner, y no os fastidiaré con Flaubert... sabria muy bien, de
manera muy penetrante, quizás hasta extremadamente sorprendente manejar
los elementos cómicos, graciosos, irónicos en mi, y manejar los mismos
instrumentos en vosotros. desplegando todo mi entendimiento, decir algo
nuevo sobre Homero, sobre Torgueniev. o bien: se toma simplemente a Dios
y se revuelve el todo, se toma simplemente al diablo y se revuelve el
todo, se toma la burguesía y se revuelve el todo , se toma el
proletariado y se revuelve el todo... Que no nos olvidemos de hablar de
la primera mitad de este siglo como de una mitad en la demencia. seria
inteligente citar un verso de Baudelaire, una frase de Proust, una frase
de Montaigne, una frase del cardenal de Retz si se quiere, o alguna
otra obscenidad filosófica... que no nos olvidemos de los sacerdotes y
de los médicos, los físicos y los comunistas, el Ejército Rojo y los
guardias suizos, la industria de metales ligeros y sobre todo de
nuestros huéspedes... Todo esto, lo creáis o no, queráis verlo o no,
tiene algo que ver con la muerte, que hable de vosotros o de mí, que
seáis vosotros o yo a quien empuje al absurdo, es la muerte, estamos
empujados por la muerte. que tenga algo contra los gobemantes o contra
los oprimidos, contra los blancos o contra los negros, contra este
gobierno por ejemplo que, como todos los gobiernos, es el peor que se
pueda imaginar, contra nuestros parlamentarios, contra nuestro canciller
federal, contra nuestros profesores universitarios y contra nuestros
artistas, contra Heine y otros, contra Marx y otros, que tenga algo
contra todos estos señores, es la muerte, es lo irreparable... es la
catástrofe... todo esto, tiene algo de imposible, de inaudito.
Pero creo que he dicho bastante, o hablado, ¿no es
así? señalado, ¿no es así?, pasado en silencio muchos temas, como veis,
pasado en silencio casi todos los temas, como podéis convenceros y no me
queda sino expresar mi agradecimiento por algunos millares de
schellings que me habéis ya enviado a mi domicilio en Alta Austria, por
las magnificas vacaciones que con esa suma me podré tomar. Me pagaré un
periodo de prodigalidad, algunas semanas al borde del Mediterráneo, o
algunas locuras en Bruselas, París o Londres, no sé todavía... en todo
caso lejos de aquí, lejos de Viena, lejos de Austria, de la patria, que
amo. os agradezco, por más que no sepa de qué os agradezco, es posible
que os agradezca efectivamente por una locura... por una loable
finalidad quizá, pues la vida es una finalidad absolutamente loable,
algo que, como lo sabéis ahora, tiene mucho que ver con la muerte. que
todo es la muerte, la vida entera no es más que la muerte, que voy a
desearos una buena, quizá memorable velada, y salir de esta sala, partir
de esta sala, partir de Austria algún tiempo hacia el placer y hacia el
trabajo, y lo digo una vez más: os agradezco por esta distinción, por
el malentendido que constituye sin ninguna duda esta distinción, pues,
como sabéis, todo es malentendido y os recuerdo una vez más
especialmente la muerte, que todo tiene que ver con la muerte, no
olvidéis la muerte... no la olvidéis, no la olvidéis.
Discurso pronunciado el 22 de marzo de 1968 en ocasión de la entrega del Premio Nacional Austríaco.
De Thomas Bernhard
Señor Ministro
Vosotros los aquí presentes
No hay nada que exaltar, nada que condenar, nada
que acusar, pero hay muchas cosas risibles; todo es risible cuando se
piensa en la muerte.
Se atraviesa la vida, se reciben impresiones, no se
reciben impresiones, se atraviesa la escena, todo es intercambiable, se
recibe una formación más o menos buena en la tienda de accesorios: ¡qué
error! Se comprende, un pueblo que no sospecha de nada, un hermoso
país-padres muertos o conscientemente sin conciencia, hombres con la
simplicidad y la bajeza, la pobreza de sus necesidades.
Todo es prehistoria altamente filosófica e
insoportable. Los siglos son pobres de espíritu, lo demoníaco en
nosotros es la prisión perpetua del país de los padres donde los
componentes de la tontería y de la brutalidad más intransigente se han
hecho necesidad cotidiana. El Estado es una estructura condenada
permanentemente al fracaso, el pueblo una estructura condenada sin cesar
a la infamia y a la flaqueza de espíritu. La vida es desesperación en
que se apoyan las filosofías, en las que todo, finalmente, es prometido a
la demencia.
Somos austriacos, somos apáticos; somos la vida, la
vida como indiferencia a la vida, vulgarmente compartida; somos, en el
proceso de la naturaleza, la locura de grandezas, el sentido de la
locura de grandeza como porvenir.
No tenemos nada que decir, sino que somos
lamentables, que hemos sucumbido por imaginación a una monotonía
filosófica-económica mecánica.
Instrumentos de la decadencia, criaturas de la
agonía, todo es claro para nosotros, no comprendemos nada. Poblamos un
traumatismo, tenemos miedo, tenemos mucho derecho a tener miedo, vemos
ya, por más que indistintamente, en último término, los gigantes de la
angustia.
Lo que pensamos ha sido ya pensado, lo que sentimos es caótico, lo que somos es oscuro.
No tenemos que tener vergüenza, pero no somos nada tampoco y no merecemos sino el caos.
Agradezco, en nombre personal y en el de aquellos a
quienes se distingue hoy conmigo, a este jurado y muy especialmente a
todos los aquí presentes.
UN HORRIBLE VACIO
No puedo explicarle ahora mi vida, ni lo que soy.
No, eso no se puede hacer. Necesitaría tres mil páginas y posiblemente
se me olvidarían aún las cosas importantes, que se me ocurrirían luego.
Para eso haría falta otro volumen complementario. Lo esencial se me
olvidaría en esas tres mil páginas, y en mi lecho de muerte diría:
¡Santo Cielo!, ahora veo lo más importante de todo, ahora, al mirar
desde un lecho de muerte, eso lo explicaría todo de otra manera, no
tiene ningún sentido.
Hay que llegar a todo por sí mismo. Uno no tiene
ninguna tarea ni nada parecido. Tareas sólo tienen los colegiales y los
que obedecen a sus maestros.
Y entonces pierdo de algún modo las ganas, porque
no tengo ya nada que hacer, eso es lo idiota. Por eso he tenido que
tener siempre una compensación y hacer algo, aunque fuera absurdo. Pero
da igual. Como las mujeres, que tienen que sacudir incansablemente
alfombras para tranquilizarse y poder freír sus tortillas. Todo ser
humano se busca algo parecido. De algún modo siento un -¿cómo se llama
ese famoso vacío?-, un horrible vacío, desde hace un año. ¿Qué puedo
hacer ahora? No me interesa ya nada. Pero bueno, siempre ocurre algo,
aunque sea una desesperación pura, algo llega siempre. Y entonces lo
explotaré otra vez. Porque la vida es una explotación. Y uno se
precipita sobre lo que sea, otra persona o uno mismo, no sé. Todo eso no
conduce a nada.
Eso me recuerda dónde estuve ayer, en casa de un
campesino, que me contó que un tabernero, al que yo también conocía,
había muerto de pronto, aunque podía preverse desde hacía un año, pero
sin embargo, de pronto, tenía un pie totalmente podrido, y desde luego
hubo mucha gente en su entierro, y uno de ellos, ex carnicero y
posadero, que había sido anteriormente oficial de carnicero pero tenía
ya más de sesenta años, tuvo que llevar una cruz, de dos metros,
enormemente pesada... siempre tienen, cuando llevan algo así, una
especie de soporte de cuero, donde va metida la cruz. Y sólo hace falta
sujetarla, pero no cargarla. Sin embargo, no encontraron el soporte y el
hombre tuvo que llevar la cruz durante dos horas, y le pusieron encima
además una corona, y entonces él se derrumbó y ahora estaba en cama,
también listo. Ahora me acuerdo.
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